“En realidad, los beneficios elevados
tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. (…)
Nuestros comerciantes y fabricantes se quejan generalmente de los malos efectos
de los salarios altos, porque suben el precio y perjudican la venta de sus
mercancías, tanto en el interior como en el extranjero. Pero nada dicen sobre
las malas consecuencias de los beneficios altos. Guardan un silencio profundo
por lo que respecta a los efectos perniciosos de sus propios beneficios y sólo
se quejan de los ajenos”.
Adam Smith. La Riqueza de las Naciones. Cap. IX. Libro 1. P:
95-96.
Uno de los lugares comunes favoritos de nuestros “expertos”
económicos, es que como el chavismo acosa a la iniciativa privada ahuyenta los
capitales, los cuales ante el riesgo de ser confiscados y la inestabilidad son
invertidos. Este lugar común es complemento de aquel otro según el cual el
“exceso” de circulante es la causa inmediata de la inflación, en la medida en que
como el gobierno se la pasa imprimiendo dinero para financiar su déficit y
seguir gastando, ocurre que hay más billetes detrás de una cantidad de
productos que no aumenta e incluso se reduce como resultado de la desinversión.
Sin embargo, cuando se revisa con calma, es fácil concluir
que ambos argumentos son falaces. En lo concerniente a lo primero la verdad del
caso es que dicha desinversión comenzó mucho antes de la llegada del chavismo,
pero además motivada por razones muy distintas al “acoso” contra los
empresarios. En lo concreto, fue una decisión premeditada de la fracción más
concentrada y dominante de estos para dar solución a una coyuntura crítica
provocada por su voraz proceso de acumulación, salida que pasó por administrar
dicha crisis en provecho suyo y en contra del país. Dicha decisión terminó
forzando a hacer lo mismo al resto o simplemente los hundió.
En cuanto a lo segundo, tampoco es cierto que el “exceso” de
circulante dispara la inflación. Como ha demostrado el analista José Gregorio
Piña, no solo es discutible lo de “exceso” sino que además la relación es
exactamente la contraria: es la inflación la que hace aumentar la liquidez, en
la medida en que se necesitan más medios de pago para adquirir los artículos a
los nuevos precios. Esta realidad ya había sido advertida teóricamente por Marx
e incluso por Smith. Y en la actualidad ha sido replanteada entre otros por
Valenzuela Feijó (ver: Teoría general de las economías de mercado) y demostrada
para el caso norteamericano por Shaikh. Para ver la argumentación de Piña sobre
este punto puede consultar la siguiente reseña: “Liquidez no influye en inflación”
Ahora, lo que si es cierto es que la desinversión se haya
estrechamente vinculada a la especulación en materia de precios y en última
instancia con el aumento de los mismos, tal y como lo constata el hecho que
desinversión e inflación se siguen una a la otra. La caída histórica de la
inversión desde finales de los setenta marca el repunte de la inflación:
Tal evolución de la desinversión se puede observar de manera
más clara en la siguiente gráfica, tomada de una presentación del ministro
Giordani.
El caso es que dicha desinversión no fue
accidental: como se afirmó, fue la respuesta deliberada que el capital que opera
en Venezuela (nacional y transnacional) practicó ante la situación de
sobreacumulación que vivió hacia finales de los 70. No fue sin embargo la
única: la complementó con la fuga de capitales, es decir, la transferencia
masiva de capital hacia el exterior de manera legal, ilegal y paralegal (según
mis cálculos, preliminares aún, puede que entre finales de los 70 y la
actualidad dicha cifra al menos se sitúe en unos 300 mil millones de dólares,
casi el PIB nacional y por mucho el de varios países de la región y el mundo,
por caso Chile cuyo PIB actual ronda los 268 mil millones) así como con el
consumo suntuario, es decir, la adquisición creciente de propiedades
vacacionales, vehículos, yates, en fin, de todo aquello que está por fuera del
alcance del ciudadano promedio tanto en el exterior como en el interior del
país por ser de lujo. En resumen, al acumular más de lo que el mercado interno
era capaz de absorber (o sea, la reinversión ya no les garantizaba los mismos
márgenes de ganancia) no tanto por ser pequeño sino por ser radicalmente
desigual, concentrado y cartelizado, nuestros capitalistas sacaron su plata al
exterior, procedieron a gastarla de la manera más improductiva posible pero a
su vez impusieron condiciones draconianas a la economía nacional para seguir
operando en ella.
La desinversión implicó una intensificación del modelo de
acumulación rentística tanto radicalizando la apropiación de la renta petrolera
como llevando al máximo la especulación en materia de precios. La
intensificación fue del tal grado que incluso modificó los esquemas clásicos de
competencia capitalistas. Por ello en nuestro país se da el caso que la
competencia entre capitalistas es ficticia o se da de manera secundaria y
focalizada. Aquí la competencia realmente existente y determinante es la que
opera entre los capitales cartelizados contra los consumidores asalariados. De
manera concertada o no, consciente o inconsciente, premeditada o simplemente
por costumbre, el mercado venezolano ha devenido en un mercado de carteles que
se reparten las cuotas, impiden por cualquier vía –incluso las gansteriles- la
llegada de potenciales competidores y donde la consigna es sacar la mayor
ganancia los más rápido invirtiendo menos, lo cual se hace especulando el
precio por unidad de cualquier producto ofertado. A ciertos niveles –los de
mayor concentración- la cartelización es premeditada y consciente –como pasa
con los alimentos (Cargill “vs.” Polar) y con los vehículos (lo que muy bien
explicaba el presidente Maduro al solicitar la habilitante: los concesionarios
y ensambladoras prefieren vender un vehículo al precio de tres antes de
fabricar tres más económicos). Ahora bien, esta cartelización premeditada
termina arrastrando al resto de la economía, los demás de productores y comerciantes
se ven espoleados por los más grandes (la especulación con los insumos, el
cobro de rentas abusivas –por caso: los alquileres de locales) o simplemente se
ven animados a hacer lo mismo buscando las migajas que los más grandes dejan o
exprimiendo al consumidor lo que le han exprimido a ellos.
Es sobre este terreno que hay que considerar lo que ocurre
con la especulación cambiaria. Ésta es el complemento pero a su vez el norte
que guía a nuestro especuladores en especial los más grandes. La modalidad más
conocida es la compra de dólares regulados para importar bienes que luego son
vendidos más caros tomando como referencia el mercado ilegal. Pero también está
el que compra y no importa sino que comercia con los dólares y se queda con el
diferencial. Sin embargo, hay otros más organizados y perversos que se
sobrefacturan y acumulan en el exterior. Esto lo pueden hacer porque en
realidad a la hora de importar se compran a sí mismos. Por ejemplo: alguien
monta o se asocia en Panamá, Miami o España una exportadora, un comercio o
negocio y luego es a ese al que le compra lo que sea que vaya a importar.
Entonces, se sobrefactura, paga la parte que trae y el resto de los dólares lo
deja fuera con lo cual acumula dos veces. Ahora bien, no conforme con ello, una
vez que trae la mercancía al país, entonces especula contra el consumidor final
sacándole tres o cuatro veces lo que en condiciones normales debería pagar.
Es por esta razón que para esa mafia comercial resulta tan
importante corromper las instancias de control y regulación, no solo las
cambiarias (CADIVI) sino las fiscales y policiales. Si la corrupción se ha
generalizado en nuestro país, si se ha pretendido convertirla en algo normal no
es por una tara hereditaria: es porque como toda mafia que se respete éstas
sobornan y amenazan, buscan involucrar a todos los que puedan en sus delitos de
manera tal de crear el clima de impunidad que los favorece. Pero la
colaboración y la corrupción no pasa exclusivamente y tal vez siquiera
principalmente por las instancias públicas de regulación: todo esto no pudiera
hacerse sin la activa participación del sistema bancario privado nacional, que
es el encargado de la liquidación. Como hemos dicho en otra parte, el origen de
la corrupción pública debe buscarse en la privada, en la manera cómo ésta ha
sabido captar para sí el dominio de lo público en su dinámica de acumulación
privada de la riqueza social.
Pero otra parte, estas mismas mafias son las primeras
interesadas en provocar procesos de devaluación, entre otras razones porque el
devaluarse la moneda multiplican automáticamente sus capitales en bolívares. Es
lo mismo que ocurre con el llamado riesgo país. Aunque los economistas de
derecha y los pranes de FEDECAMARAS, Venancham y CONSECOMERCIO se rasguen las
vestiduras con esa tema son sus principales instigadores, pues a un riesgo más
altos se cobran intereses mayores sobre las deudas que genera la nación cuyos
bonos compran.
Especular y ganar, he ahí el detalle.
Claro que no faltará quien diga que todas estas son excusas
para disfrazar la incapacidad o mentiras para perseguir a los nobles
empresarios venezolanos. Ahora bien, a este respecto nada puede resultar tan
ilustrativo como citar a los propios “expertos” de derecha no cuando escriben
para el gran público (al cual buscan engatusar con sus pseudo-teorías
económicas y pronósticos catastrofistas) sino cuando se escriben entre ellos,
cuando se recomiendan cómo operar en esta coyuntura. En lo que sigue y para
concluir vamos a la firma Econométrica, una de las más conspicuas
propagandistas de los males de la economía venezolana y cuyo director –Ángel
García Banchs- no solo fue uno de los “ideólogos” del capitalismo popular de
María Corina, sino también junto a otros “notables” como José Guerra fungía de asesor del actual
des-gobernador de Miranda Capriles en sus recurrentemente frustradas
aspiraciones presidenciales.
Cada cierto tiempo Econométrica emite unos boletines a sus
clientes en los cuales les da recomendaciones sobre diversos temas, por lo
general asociados a los escenarios nacionales. En el boletín abril de 2012
emitieron uno que lleva por título “En 2012, no habrá mejor inversión que la
compra de divisas”, que no tiene desperdicio y en el cual dicen lo siguiente:
“Econométrica recomienda a sus clientes postergar sus inversiones en capital fijo (ampliaciones de planta, compra de maquinarias, equipos y oficina) hasta el año 2013 en los casos en que se posible y se tenga acceso a las divisas (cuando la postergación de la inversión no le coloque en riesgo, en términos de una pérdida de participación de mercado de su empresa que fortalezca a la competencia). Las razones básicas de la recomendación son dos. La primera, porque durante los próximos doce meses no habrá una mejor inversión que la compra de divisas (el tipo de cambio oficial y paralelo aumentará más que la tasa nominal de rendimiento de capital). Y, la segunda, porque postergar la decisión de invertir en capital fijo hasta 2013 o, al menos, hasta que se tenga conocimiento de los resultados electorales (los del 07 de octubre), tiene sentido, desde el punto de vista de la incertidumbre, la planificación de su negocio y anticipación de precios claves como los de bienes raíces, el mercado bursátil en moneda nacional, etc.
Claro que, un poco más adelante, en un ataque de retorcida
“honestidad” recogen un poco sus palabras:
“Econométrica desea dejar claro que lo anterior solo aplica en el caso en el cual usted tenga acceso legal a las divisas, bien sea emisiones SITME o CADIVI (…)”
En ese mismo boletín,
en una sección titulada “Para la decisión de inversión lo que importa es el
rendimiento relativo al riesgo, no el rendimiento absoluto” nuestro expertos
reflexionan sobre lo alto de las tasas de ganancia en Venezuela:
“Si bien es cierto que en Venezuela la tasa de ganancia sobre capital es alta en términos absolutos, no es cierto que lo sea en términos relativos –cuando se le compara con nuestro riesgo país, uno de los mayores del planeta. En pocas palabras, la tasa de rendimiento es alta porque la tasa de riesgo (político, jurídico, cambiario, etc.) también lo es; de hecho, a mayor riesgo mayor rendimiento, dado que un mayor riesgo disminuye la competencia (mientras mayor es el riesgo de la inversión real mayor pasa a ser el precio de los bienes y servicios, pues menor suele ser la oferta y el número de establecimientos productivos), en particular debido al alto riesgo mencionado, la tasa de ganancia sobre el capital en Venezuela promedia el 30% actualmente, lo que implica una recuperación media de la inversión en unos 2 o 3 años cuando en otros países con menor riesgo se requiere un promedio de 10(…)”
Como se puede ver aquí hay de todo: desde instigación al
delito hasta una completa descripción de cómo opera el capitalismo nacional
pasando por el uso vulgar de la teoría económica como justificativo de la
especulación y la usura. Pero además, una confesión de parte con respecto a la
afectación determinante de las ganancias especulativas de los capitalistas
sobre los precios finales de los productos.
Volviendo a Adam Smith (Smith tiene la ventaja de que uno lo
puede utilizar críticamente contra el capitalismo sin necesidad de aburrirse
con las acusaciones sobre el “marxismo ortodoxo”, aunque tenga que aburrirse
después con las de revisionismo desde la izquierda) veamos lo que este señalaba
al respecto de las ganancias capitalistas y su determinación sobre los precios.
Es la misma cita del epígrafe pero ampliada, y lo que tiene de interesante más
allá de lo que en sí dice es cómo presenta una explicación alternativa a la
fulana “mano invisible” también por el formulada y luego tomada como dogma por
todos los economistas de las corrientes principales hasta convertirse en
sentido común:
“En realidad, los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. (…) la Proción del precio que se resuelve en los salarios de los trabajadores se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura, únicamente en proporción aritmética a este aumento de los jornales. Pero si los beneficios de los patronos que ocupan esta clase de operarios se elevan un cinco por ciento, la Proción del precio del artículo que se resuelve en ganancia se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura en proporción geométrica a dicha alza del beneficio. (…) Nuestros comerciantes y fabricantes se quejan generalmente de los malos efectos de los salarios altos, porque suben el precio y perjudican la venta de sus mercancías, tanto en el interior como en el extranjero. Pero nada dicen sobre las malas consecuencias de los beneficios altos. Guardan un silencio profundo por lo que respecta a los efectos perniciosos de sus propios beneficios y sólo se quejan de los ajenos”.
Elaborado por: Luís Salas Rodríguez
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