lunes, 14 de octubre de 2013

Desinversión, especulación y acumulación privadas, o cómo acumular más y más rápido con menos

En realidad, los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. (…) Nuestros comerciantes y fabricantes se quejan generalmente de los malos efectos de los salarios altos, porque suben el precio y perjudican la venta de sus mercancías, tanto en el interior como en el extranjero. Pero nada dicen sobre las malas consecuencias de los beneficios altos. Guardan un silencio profundo por lo que respecta a los efectos perniciosos de sus propios beneficios y sólo se quejan de los ajenos”.

Adam Smith. La Riqueza de las Naciones. Cap. IX. Libro 1. P: 95-96.

Uno de los lugares comunes favoritos de nuestros “expertos” económicos, es que como el chavismo acosa a la iniciativa privada ahuyenta los capitales, los cuales ante el riesgo de ser confiscados y la inestabilidad son invertidos. Este lugar común es complemento de aquel otro según el cual el “exceso” de circulante es la causa inmediata de la inflación, en la medida en que como el gobierno se la pasa imprimiendo dinero para financiar su déficit y seguir gastando, ocurre que hay más billetes detrás de una cantidad de productos que no aumenta e incluso se reduce como resultado de la desinversión.

Sin embargo, cuando se revisa con calma, es fácil concluir que ambos argumentos son falaces. En lo concerniente a lo primero la verdad del caso es que dicha desinversión comenzó mucho antes de la llegada del chavismo, pero además motivada por razones muy distintas al “acoso” contra los empresarios. En lo concreto, fue una decisión premeditada de la fracción más concentrada y dominante de estos para dar solución a una coyuntura crítica provocada por su voraz proceso de acumulación, salida que pasó por administrar dicha crisis en provecho suyo y en contra del país. Dicha decisión terminó forzando a hacer lo mismo al resto o simplemente los hundió.

En cuanto a lo segundo, tampoco es cierto que el “exceso” de circulante dispara la inflación. Como ha demostrado el analista José Gregorio Piña, no solo es discutible lo de “exceso” sino que además la relación es exactamente la contraria: es la inflación la que hace aumentar la liquidez, en la medida en que se necesitan más medios de pago para adquirir los artículos a los nuevos precios. Esta realidad ya había sido advertida teóricamente por Marx e incluso por Smith. Y en la actualidad ha sido replanteada entre otros por Valenzuela Feijó (ver: Teoría general de las economías de mercado) y demostrada para el caso norteamericano por Shaikh. Para ver la argumentación de Piña sobre este punto puede consultar la siguiente reseña: “Liquidez no influye en inflación” 

Ahora, lo que si es cierto es que la desinversión se haya estrechamente vinculada a la especulación en materia de precios y en última instancia con el aumento de los mismos, tal y como lo constata el hecho que desinversión e inflación se siguen una a la otra. La caída histórica de la inversión desde finales de los setenta marca el repunte de la inflación:


 Como se puede ver en los siguientes datos de la CEPAL, la desinversión privada comenzó -en paralelo a la inflación- entre mediados y finales de la década de los 70, haciéndose crónica en los ochenta y noventa y más bien repunta ligeramente a partir de 1999 aunque todavía muy por debajo de sus máximos históricos pero también del promedio latinoamericano:


  
Tal evolución de la desinversión se puede observar de manera más clara en la siguiente gráfica, tomada de una presentación del ministro Giordani.



El caso es que dicha desinversión no fue accidental: como se afirmó, fue la respuesta deliberada que el capital que opera en Venezuela (nacional y transnacional) practicó ante la situación de sobreacumulación que vivió hacia finales de los 70. No fue sin embargo la única: la complementó con la fuga de capitales, es decir, la transferencia masiva de capital hacia el exterior de manera legal, ilegal y paralegal (según mis cálculos, preliminares aún, puede que entre finales de los 70 y la actualidad dicha cifra al menos se sitúe en unos 300 mil millones de dólares, casi el PIB nacional y por mucho el de varios países de la región y el mundo, por caso Chile cuyo PIB actual ronda los 268 mil millones) así como con el consumo suntuario, es decir, la adquisición creciente de propiedades vacacionales, vehículos, yates, en fin, de todo aquello que está por fuera del alcance del ciudadano promedio tanto en el exterior como en el interior del país por ser de lujo. En resumen, al acumular más de lo que el mercado interno era capaz de absorber (o sea, la reinversión ya no les garantizaba los mismos márgenes de ganancia) no tanto por ser pequeño sino por ser radicalmente desigual, concentrado y cartelizado, nuestros capitalistas sacaron su plata al exterior, procedieron a gastarla de la manera más improductiva posible pero a su vez impusieron condiciones draconianas a la economía nacional para seguir operando en ella.

La desinversión implicó una intensificación del modelo de acumulación rentística tanto radicalizando la apropiación de la renta petrolera como llevando al máximo la especulación en materia de precios. La intensificación fue del tal grado que incluso modificó los esquemas clásicos de competencia capitalistas. Por ello en nuestro país se da el caso que la competencia entre capitalistas es ficticia o se da de manera secundaria y focalizada. Aquí la competencia realmente existente y determinante es la que opera entre los capitales cartelizados contra los consumidores asalariados. De manera concertada o no, consciente o inconsciente, premeditada o simplemente por costumbre, el mercado venezolano ha devenido en un mercado de carteles que se reparten las cuotas, impiden por cualquier vía –incluso las gansteriles- la llegada de potenciales competidores y donde la consigna es sacar la mayor ganancia los más rápido invirtiendo menos, lo cual se hace especulando el precio por unidad de cualquier producto ofertado. A ciertos niveles –los de mayor concentración- la cartelización es premeditada y consciente –como pasa con los alimentos (Cargill “vs.” Polar) y con los vehículos (lo que muy bien explicaba el presidente Maduro al solicitar la habilitante: los concesionarios y ensambladoras prefieren vender un vehículo al precio de tres antes de fabricar tres más económicos). Ahora bien, esta cartelización premeditada termina arrastrando al resto de la economía, los demás de productores y comerciantes se ven espoleados por los más grandes (la especulación con los insumos, el cobro de rentas abusivas –por caso: los alquileres de locales) o simplemente se ven animados a hacer lo mismo buscando las migajas que los más grandes dejan o exprimiendo al consumidor lo que le han exprimido a ellos.

Es sobre este terreno que hay que considerar lo que ocurre con la especulación cambiaria. Ésta es el complemento pero a su vez el norte que guía a nuestro especuladores en especial los más grandes. La modalidad más conocida es la compra de dólares regulados para importar bienes que luego son vendidos más caros tomando como referencia el mercado ilegal. Pero también está el que compra y no importa sino que comercia con los dólares y se queda con el diferencial. Sin embargo, hay otros más organizados y perversos que se sobrefacturan y acumulan en el exterior. Esto lo pueden hacer porque en realidad a la hora de importar se compran a sí mismos. Por ejemplo: alguien monta o se asocia en Panamá, Miami o España una exportadora, un comercio o negocio y luego es a ese al que le compra lo que sea que vaya a importar. Entonces, se sobrefactura, paga la parte que trae y el resto de los dólares lo deja fuera con lo cual acumula dos veces. Ahora bien, no conforme con ello, una vez que trae la mercancía al país, entonces especula contra el consumidor final sacándole tres o cuatro veces lo que en condiciones normales debería pagar.

Es por esta razón que para esa mafia comercial resulta tan importante corromper las instancias de control y regulación, no solo las cambiarias (CADIVI) sino las fiscales y policiales. Si la corrupción se ha generalizado en nuestro país, si se ha pretendido convertirla en algo normal no es por una tara hereditaria: es porque como toda mafia que se respete éstas sobornan y amenazan, buscan involucrar a todos los que puedan en sus delitos de manera tal de crear el clima de impunidad que los favorece. Pero la colaboración y la corrupción no pasa exclusivamente y tal vez siquiera principalmente por las instancias públicas de regulación: todo esto no pudiera hacerse sin la activa participación del sistema bancario privado nacional, que es el encargado de la liquidación. Como hemos dicho en otra parte, el origen de la corrupción pública debe buscarse en la privada, en la manera cómo ésta ha sabido captar para sí el dominio de lo público en su dinámica de acumulación privada de la riqueza social.

Pero otra parte, estas mismas mafias son las primeras interesadas en provocar procesos de devaluación, entre otras razones porque el devaluarse la moneda multiplican automáticamente sus capitales en bolívares. Es lo mismo que ocurre con el llamado riesgo país. Aunque los economistas de derecha y los pranes de FEDECAMARAS, Venancham y CONSECOMERCIO se rasguen las vestiduras con esa tema son sus principales instigadores, pues a un riesgo más altos se cobran intereses mayores sobre las deudas que genera la nación cuyos bonos compran.

Especular y ganar, he ahí el detalle.

Claro que no faltará quien diga que todas estas son excusas para disfrazar la incapacidad o mentiras para perseguir a los nobles empresarios venezolanos. Ahora bien, a este respecto nada puede resultar tan ilustrativo como citar a los propios “expertos” de derecha no cuando escriben para el gran público (al cual buscan engatusar con sus pseudo-teorías económicas y pronósticos catastrofistas) sino cuando se escriben entre ellos, cuando se recomiendan cómo operar en esta coyuntura. En lo que sigue y para concluir vamos a la firma Econométrica, una de las más conspicuas propagandistas de los males de la economía venezolana y cuyo director –Ángel García Banchs- no solo fue uno de los “ideólogos” del capitalismo popular de María Corina, sino también junto a otros “notables”  como José Guerra fungía de asesor del actual des-gobernador de Miranda Capriles en sus recurrentemente frustradas aspiraciones presidenciales.

Cada cierto tiempo Econométrica emite unos boletines a sus clientes en los cuales les da recomendaciones sobre diversos temas, por lo general asociados a los escenarios nacionales. En el boletín abril de 2012 emitieron uno que lleva por título “En 2012, no habrá mejor inversión que la compra de divisas”, que no tiene desperdicio y en el cual dicen lo siguiente: 
“Econométrica recomienda a sus clientes postergar sus inversiones en capital fijo (ampliaciones de planta, compra de maquinarias, equipos y oficina) hasta el año 2013 en los casos en que se posible y se tenga acceso a las divisas (cuando la postergación de la inversión no le coloque en riesgo, en términos de una pérdida de participación de mercado de su empresa que fortalezca a la competencia). Las razones básicas de la recomendación son dos. La primera, porque durante los próximos doce meses no habrá una mejor inversión que la compra de divisas (el tipo de cambio oficial y paralelo aumentará más que la tasa nominal de rendimiento de capital). Y, la segunda, porque postergar la decisión de invertir en capital fijo hasta 2013 o, al menos, hasta que se tenga conocimiento de los resultados electorales (los del 07 de octubre), tiene sentido, desde el punto de vista de la incertidumbre, la planificación de su negocio y anticipación de precios claves como los de bienes raíces, el mercado bursátil en moneda nacional, etc.

Claro que, un poco más adelante, en un ataque de retorcida “honestidad” recogen un poco sus palabras: 
“Econométrica desea dejar claro que lo anterior solo aplica en el caso en el cual usted tenga acceso legal a las divisas, bien sea emisiones SITME o CADIVI (…)”

 En ese mismo boletín, en una sección titulada “Para la decisión de inversión lo que importa es el rendimiento relativo al riesgo, no el rendimiento absoluto” nuestro expertos reflexionan sobre lo alto de las tasas de ganancia en Venezuela:
“Si bien es cierto que en Venezuela la tasa de ganancia sobre capital es alta en términos absolutos, no es cierto que lo sea en términos relativos –cuando se le compara con nuestro riesgo país, uno de los mayores del planeta. En pocas palabras, la tasa de rendimiento es alta porque la tasa de riesgo (político, jurídico, cambiario, etc.) también lo es; de hecho, a mayor riesgo mayor rendimiento, dado que un mayor riesgo disminuye la competencia (mientras mayor es el riesgo de la inversión real mayor pasa a ser el precio de los bienes y servicios, pues menor suele ser la oferta y el número de establecimientos productivos), en particular debido al alto riesgo mencionado, la tasa de ganancia sobre el capital en Venezuela promedia el 30% actualmente, lo que implica una recuperación media de la inversión en unos 2 o 3 años cuando en otros países con menor riesgo se requiere un promedio de 10(…)”

Como se puede ver aquí hay de todo: desde instigación al delito hasta una completa descripción de cómo opera el capitalismo nacional pasando por el uso vulgar de la teoría económica como justificativo de la especulación y la usura. Pero además, una confesión de parte con respecto a la afectación determinante de las ganancias especulativas de los capitalistas sobre los precios finales de los productos.

Volviendo a Adam Smith (Smith tiene la ventaja de que uno lo puede utilizar críticamente contra el capitalismo sin necesidad de aburrirse con las acusaciones sobre el “marxismo ortodoxo”, aunque tenga que aburrirse después con las de revisionismo desde la izquierda) veamos lo que este señalaba al respecto de las ganancias capitalistas y su determinación sobre los precios. Es la misma cita del epígrafe pero ampliada, y lo que tiene de interesante más allá de lo que en sí dice es cómo presenta una explicación alternativa a la fulana “mano invisible” también por el formulada y luego tomada como dogma por todos los economistas de las corrientes principales hasta convertirse en sentido común: 

En realidad, los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. (…) la Proción del precio que se resuelve en los salarios de los trabajadores se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura, únicamente en proporción aritmética a este aumento de los jornales. Pero si los beneficios de los patronos que ocupan esta clase de operarios se elevan un cinco por ciento, la Proción del precio del artículo que se resuelve en ganancia se elevaría en cada uno de los estadios de la manufactura en proporción geométrica a dicha alza del beneficio. (…) Nuestros comerciantes y fabricantes se quejan generalmente de los malos efectos de los salarios altos, porque suben el precio y perjudican la venta de sus mercancías, tanto en el interior como en el extranjero. Pero nada dicen sobre las malas consecuencias de los beneficios altos. Guardan un silencio profundo por lo que respecta a los efectos perniciosos de sus propios beneficios y sólo se quejan de los ajenos”.
Elaborado por: Luís Salas Rodríguez

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