domingo, 27 de octubre de 2013

18 de octubre, Día Nacional del Capitalismo Rentístico


Rómulo Betancourt y Gallegos junto a Eduardo Mendoza, promovido por FEDECAMARAS como ministro de agricultura de la junta que derroca a Medina. Eduardo Mendoza era hermano de Eugenio Mendoza, uno de los “aliados” de Medina y de hecho su Ministro de Fomento. Eduardo Mendoza es el abuelo materno de Leopoldo López y suegro de Thor Halvorssen, célebre agente de la CIA y la DEA vinculado a CAP y Pedro Tinoco e involucrado en los casos de terrorismo financiero de los años 90. El hijo de Thor Halvorssen, Thor Halvorssen Mendoza, primo de Leopoldo, dirige una organización denominada Human Rigths Foundation con sede en Nueva York, también una fachada de la CIA y la USAID para operar en Venezuela, Bolivia y Ecuador.

La no tan abundante literatura venezolana sobre el tema petrolero y particularmente sobre el rentístico sufre de otro mal: y es que cuando se revisa, en la mayoría de los casos a uno le queda la impresión que el rentismo es algo así como una fatalidad, en el sentido griego del término: el país se ve enfrentado de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el rentismo, moviéndose siempre hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega: el fatum petrolero.

Más concretamente, los venezolanos aparecemos en dicha literatura un poco como sísifos obligados a cargar una piedra gigante por una enorme cuesta que se nos devuelve cuando estamos –o creemos que estamos- por llegar a la cima: la piedra gigante sería la “siembra petrolera”, la cuesta: el bienestar, el progreso, la “Gran Venezuela”, etc., la maldición: la renta petrolera, ese resultado del “excremento del diablo” que hace vicio de su virtud condenándonos irremediablemente a la locura, el derroche, el estancamiento, al subdesarrollo, al populismo.

Desde Adriani y Pietri hasta Coronil, pasando por Pérez Alfonzo y Pérez Shell, esto es más o menos lo que se nos dice. No pocas veces el argumento se redondea con prejuicios racistas con respecto a la ignorancia del venezolano, su flojera, etc., aquel viejo chiste (que como todo chiste después de Freud, sabemos que tiene una estrecha vinculación con cierto “inconsciente colectivo”) muy bien cultivado en determinados sectores ilustrados y no tanto de la vida nacional: que Venezuela es un gran país magnífico pero lamentablemente habitado por venezolanos, que es un poco el contrapeso puesto por dios ante tantas riquezas y bellezas. Es lo que Adriani y López Contreras llamaba “crisis del hombres”, el mal y tarado “rebaño nacional” enfermo por siglos de miserias, ignorancias, realismo mágico y caudillos, el cual había que mejorar sino sustituir por buenos ejemplares provenientes de otras tierras con mejor porte y espíritu emprendedor.

Desde luego, la conclusión lógica de todo este razonamiento es que nuestro pobre país no se desarrolla porque el Estado despilfarrador –heredero del caudillaje- en colusión con la masa de flojos y vividores ha malgastado los recursos que debían ser utilizados en el desarrollo de la industria nacional. El supuesto es que debajo de ese Estado y esas masas existe una Venezuela productiva conformada por una raza de heroicos emprendedores que en las condiciones más adversas y por fuera del festín rentista se la han arreglado para surgir y mantenerse. Por eso uno observa y escucha hoy día a quienes muy orgullosos afirman que hay que acabar con el “petro-populismo”, reorientar la renta hacia actividades productivas (es decir, para el financiamiento del emprendimiento privado) para que estas nos enrumben hacia los senderos del progreso, a esos donde solo lleva la ética del trabajo y el espíritu capitalista.

Ahora bien, como suele suceder, este mito contrasta abiertamente con la realidad por varias razones, pero particularmente por una: porque en dicho “festín” los más beneficiados han sido precisamente esos “nobles emprendedores”, los cuales históricamente se han arrimado al Estado capitalizando su flujo de recursos. Es decir, los capitalistas criollos son los últimos interesados en que acabe el modelo rentista, son sus principales defensores, y de hecho, son sus creadores.

En efecto, para empezar por lo último, la ingeniería básica del modelo rentista, esa según la cual el Estado captura una renta internacional en razón del ejercicio de una propiedad nacional sobre el recurso petrolero que luego lo transfiere al sector privado para que impulse el desarrollo nacional, es invención de don Vicente Lecuna, quien para la época de redacción de la primera ley de hidrocarburos (1920) fungía de presidente del Banco de Venezuela, banco privado que cumplía todas las funciones administrativas del Estado: desde el cobro de impuesto hasta la emisión de moneda. En su famoso debate con Gumersindo Torres, el esquema Lecuna terminó imponiéndose por lo que la renta petrolera –lo que en la época se llamaba “canon de arrendamiento”- no la recibirían los terratenientes (como proponía Torres) sino el Estado, lo que en la práctica significaba ser administrado por la emergente burguesía financiera y comercial. Ese el inicio de nuestro rentismo: una creatura de la burguesía nacional, o más específicamente de una fracción de la misma, la que emergía con más fuerza desde los tiempos de instalación de las casas comerciales y la Compañía de Crédito inventada por la dupla Guzmán Blanco-Manuel Antonio Matos, oligarcas de pura cepa.

Los complementos de las bases del esquema rentista se darían en los años treinta. El primero de ellos en 1934 con el llamado “Convenio Tinoco”, esquema cambiario acordado entre el Estado y las transnacionales petroleras que implicó una sobrevaluación del Bolívar, lo cual se traducía en una mayor cantidad de dólares a cambiar por moneda nacional por parte de las petroleras, lo que redundaba en una mayor cantidad de dólares para el país utilizables para importar. El convenio Tinoco –que debe su nombre a Pedro Tinoco Smith (padre de Pedro Tinoco, futuro presidente del Latino, jefe de los “doce apóstoles” y uno de los más conspicuos pillos que hayan habitado estas tierras), quien fungía de abogado de las empresas y representante del Estado al mismo tiempo- terminó de enterrar a la ya malograda agricultura nacional, al tiempo que creó las condiciones necesarias para frustrar cualquier intento de industrializar al país por las desventajas ante el comercio importador, mucho más barato y rápido.

El segundo sería en 1939, con la firma del tratado de reciprocidad comercial con los Estados Unidos, una especie de TLC avant la lettre. Ya estamos  en tiempos de López Contreras. El acuerdo no solo fue celebrado sino impulsado por la poderosa burguesía comercial y financiera, quien obtenía a través del mismo muchas más ventajas para la profundización del comercio de signo importador.

Con estos antecedentes llegaremos a los tiempos de Medina Angarita. Habría mucho que decir sobre este período, pero lo fundamental por recordar es que es el primero y único intento real por revertir el capitalismo rentístico dentro de los márgenes del capitalismo. El proyecto fue impulsado por una élite burguesa cuyo propósito era transformar la economía nacional en una de base capitalista “normal”, industrial y no dependiente del ingreso petrolero. Para ello el gobierno de Medina hubo de combatir en al menos dos frentes: el internacional, contra las petroleras, pero también el nacional, contra los capitalistas criollos. Estos últimos formarán en 1943 una alianza gremial contra Medina a la que le darán el nombre de FEDECAMARAS. Estará conformada sobre todo por comerciantes, pero la dirigirá un banquero, Luis Marturet, de los todavía dueños del Mercantil. Acusaban al gobierno de Medina de intervencionismo en la economía, de perseguir la iniciativa privada, de ahogarla con controles de precio, de violar la iniciativa privada. El gobierno argumentaba que al ser principal actor económico tenía no solo el derecho sino el deber de planificar la economía y establecer criterios para la inversión. A la par, Medina llevaba a cabo un proceso de democratización que entre otras cosas establece la legalización de partidos como AD y el PCV. Este proceso irrita a los militares más reaccionarios, quienes siguiendo aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo se acercan a FEDECAMARAS. El trío lo completará AD, que cínicamente acusará al gobierno que lo legalizó de “dictadura”. El 18 de octubre de 1945 le dan un golpe de Estado e instalan una “junta revolucionaria” encabezada por Rómulo Betancourt.

Periódico "El país": 1945. Golpe de Estado contra Medina Angarita

Para derrocar a Medina aplicaron fórmulas hoy conocidas por todos. Se acapararon productos, se acusó al gobierno de causar inflación y escasez (buena parte de la cual era ficticia, cuando no consecuencia del contexto de guerra mundial). Se acusó al Estado de intervencionista al crear redes alternativas de distribución de alimentos, de aplicar controles de precio para evitar la especulación y de cambio para evitar la fuga de capitales. Se decía entonces, como ahora, que el progreso del país estaba en la libre iniciativa privada y que solos los empresarios tenían capacidad de definir los intereses de la nación. Mientras todo esto ocurría la prensa -que gozaba de amplias libertades dadas por Medina- se encargó de convertirlo en demonio y luego celebró abiertamente su derrocamiento.

La Junta durará dos años, luego de los cuales resulta electo Rómulo Gallegos. Es de hacer notar que se desmantelan varias de las políticas de Medina, pero particularmente las dos instituciones más criticadas por FEDECAMARAS por ser los instrumentos del intervencionismo de Estado no lo serán sino que pasan a ser dirigidas por los propios empresarios: el Consejo Nacional de Economía y la Corporación Venezolana de Fomento. Este último era una institución de financiamiento, creada para apoyar a los sectores priorizados para el desarrollo nacional. Pero en manos de FEDECAMARAS se transformará en una vía expedita de captación de la renta petrolera de la manera más corrupta posible: FEDECAMARAS dirigía y otorgaba los créditos que recibía ella misma, los cuales naturalmente nunca se dio a la tarea de retornar. Esta es la historia que Betancourt no cuenta en su célebre “Venezuela, política y petróleo” de hecho, dicha obra tiene como función expresa oscurecer bajo la retórica de la “distribución justa de la renta” la entrega de la misma a concentradas manos privadas.

En cuanto a los sectores industriales favorecidos y apoyados por la política de Medina rápidamente cambiaron de bando y lo dejaron solo en su pelea. Entre otros, los dos clanes Mendoza se acomodaron a los cambios y de allí surgirá esa particular condición de la economía venezolana: inflada en lo comercial y financiero, altamente concentrada en lo industrial. Por eso la especulación es la forma de funcionamiento normal del empresariado criollo.
Comparativo entre las tasas de acumulación de los capitalistas nacionales con los de otros países. Nótese como los “treinta gloriosos” del capitalismo central son superados por los al menos “cuarenta gloriosos” años de acumulación de la burguesía venezolana, en términos relativos claro está. Fuente: Asdrúbal Baptista. El relevo del capitalismo rentístico.
                              
Derrocado más tardes Gallegos por no ponerse a la altura de las exigencias empresariales, entraremos en dictadura de Pérez Jiménez que es como decir la “edad de oro” de FEDECAMARAS. Luego, resumiendo mucho, esa misma burguesía cuando considera que el dictador ya no responde a sus ambiciones, se adelanta al movimiento popular y termina apropiándose de las luchas democratizadoras. En complicidad con AD secuestra el 23 de enero y luego de varias idas y vueltas y pacto de Punto Fijo mediante crea las condiciones para el saqueo que que vendrá después.


En fin, tal día como hoy es un recordatorio que el rentismo no es una tara, un designio ni una maldición. Es un modo de apropiación de la riqueza social en pocas manos, en este caso de privatización del excedente petrolero a través del Estado que como todo modo de apropiación tiene un origen, una historia, unos arquitectos y unos defensores que luego levantan un mito que los encubre.

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