Un año más reafirmamos la necesidad de un indispensable
debate público sobre la legalización del aborto, ya que mientras no hablemos
sin miedo del aborto inducido, tampoco podremos analizar la realidad de los
embarazos no deseados, ni contrarrestar la falta de programas públicos
efectivos para prevenirlos. Llevar a cabo esta discusión sin prejuicios, sin
tapujos y sin la presión de las coyunturas electorales, es fundamental para
impulsar una política de prevención y solución responsable del embarazo no
deseado. Y es que, no sólo para evitar las consecuencias fatales de la mala
praxis de los abortos ilegales, sino inclusive para reducir su práctica, es
esencial que sea el sector público de la salud el que se haga responsable de la
atención de las mujeres que deciden interrumpir su embarazo.
Usualmente se habla de las razones que puede tener una mujer
para no seguir con su embarazo y la lista suele ser interminable. Sin embargo,
puede que sea más oportuno preguntarnos por qué una mujer decide iniciar y
continuar el proceso de un embarazo, es decir, por qué una mujer planifica ser
madre en un momento determinado de su vida. La respuesta nos ayudará a
clarificar el problema: la mayoría de las mujeres no tienen las condiciones de
decidir, ni de planificar sobre el inicio, ni la continuidad de un embarazo. Es
decir, no hemos creado aún el escenario social que permita planificar una
opción de vida tan trascendente para la mujer, sobretodo en una sociedad en la
que aún la responsabilidad fundamental de la crianza y sustento de los hijos e
hijas recae en ella de forma privada.
Un evento, que dentro de la sociedad capitalista
probablemente va a condicionar restrictivamente sus relaciones sociales, no es
casi nunca consecuencia de una decisión consciente y planificada individual y
socialmente, sino fruto del azar. Para colmo, la sociedad reprime la
posibilidad de que la mujer se ponga al frente de esa eventualidad para sopesar
la conveniencia o no de seguir adelante con un embarazo. Como sociedad ni
atacamos las causas del problema, ni asumimos las consecuencias, simplemente
nos tapamos los ojos, o pero aún, tan sólo juzgamos sobre la base de prejuicios
sociales antiquísimos y nefastos.. Frente a un embarazo no planificado, ni
deseado la mujer, abandonada por la sociedad a su desventura, no tendrá más
opción que ser madre de forma forzada o interrumpir su embarazo de forma
clandestina, a un precio exorbitante y sin la adecuada atención médica.
Socialmente, como es lógico, nos preocupa el alto índice de
“mortalidad materna” del país, pero si no queremos reconocer la enorme relación
que tiene con la alta tasa de embarazos no deseados, ya sea que éstos deriven
en abortos clandestinos y por tanto inseguros, o que se traduzcan en falta de
cuidado y de seguimiento médico de un embarazo no deseado y a veces aborrecido,
poco podremos hacer para reducirlo. Hay que recordar que todas las muertes
derivadas de embarazos no deseados podrían evitarse con una medida basada en
criterios de salud pública y de respeto a los derechos sexuales y reproductivos
de las mujeres, en la que no interfirieran los prejuicios religiosos, los
intereses económicos del capital y los cálculos electorales.
Por: Susana Gómez Ruiz. Colectivo INSUMISAS
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