Por: Javier Biardeau R.
Pudiera suponerse que revisitar aspectos teóricos de los planteamientos clásicos de Marx y Engels sobre la transición al socialismo en medio de problemáticas más urgentes y actuales, como la llamada “guerra económica”, el “plan de colapso total” o el debate sobre la “ley habilitante”, es una actividad carente de sentido.
Sin embargo, no se trata de re-vivir un dogma anacrónico, sino de aprender algunas lecciones para el pensamiento crítico socialista, como momento reflexivo de la praxis en las actuales circunstancias.
¿Qué ocurre si advertimos que la actual coyuntura de “crisis económica” parcialmente inducida y cabalgado por sectores de la derecha nacional e internacional, es producto de profundas debilidades teóricas, de inconsistencias de la política revolucionaria en el terreno económico, de carencia de referencias en la ética socialista, en el pensamiento crítico y en las ciencias sociales e históricas (particularmente en la crítica rigurosa de la economía política del Capital) para orientar otras coordenadas a la política económica (tanto para la coyuntura como para darle aliento a cambios estructurales); carencias ostensiblemente presentes en el Bloque Popular, Democrático y Revolucionario, para avanzar en las tareas inmediatas y mediatas de la transición al socialismo?
¿No podría convertirse en una letanía repetitiva y vacía convocar permanentemente a una “revolución económica” para salir del rentismo-petrolero y diversificar el aparato productivo nacional (como si fuesen asuntos que no tienen incidencia alguna en los conflictos entre intereses de grupos, sectores y clases)? ¿Acaso olvidamos los aportes de Varsavsky cuando definía un estilo de desarrollo como el modo de vivir, trabajar y evolucionar como sociedad, que incluye el modo de consumo, las relaciones laborales, el estilo tecnológico, científico y artístico, junto con las maneras de actuación de las fuerzas políticas (estilos políticos)?
¿Acaso olvidamos los aportes de pensadores latinoamericanos como Aníbal Pinto cuando definió el estilo de desarrollo como la manera en que dentro de determinado sistema (capitalista, mixto o socialista), se organizan y asignan los recursos humanos y materiales, con el objeto de resolver los interrogantes sobre qué, para quiénes y cómo producir los bienes y servicios? ¿Acaso olvidamos como señalaba sobre el mismo tema Jorge Graciarena, que un estilo o modelo de desarrollo (su formalización) es el resultado de la articulación dinámica entre relaciones de poder, entre el Estado, el poder y el mercado en una determinada sociedad basado en ideas, valores e ideales, explícitos o silenciosos; que operan como guiones (y marcos de sentido) de prácticas y comportamientos sociales?
¿No es acaso el capitalismo neoliberal la máxima expresión de la hegemonía del fundamentalismo de mercado y de las fracciones sociales del capital financiero y especulativo? ¿Puede alcanzarse la justicia social, la inclusión, la autodeterminación nacional y el equilibrio ambiental, como apoyo activo a las capacidades de recuperación de los sistemas ambientales, en el marco del capitalismo neoliberal?
Y más allá de la hegemonía del neoliberalismo, ¿Sera posible hacerlo en cualquiera de las variantes del capitalismo realmente existentes: bajo orientaciones de política keynesianas, de economía del bienestar, del estructuralismo, del institucionalismo o del post-keynesianismo?
¿Es posible convocar a fracciones de las llamadas burguesías productivas, como aliados para el desarrollo y diversificación de las fuerzas y capacidades productivas, tecnológicas, humanas, de capital social bajo una orientación socialista democrática?
¿Cómo crear efectivamente las condiciones de la superación del rentismo (superación que no será abrupta sino gradual y planificada), discurso que comenzó con la tesis del Primer Plan Económico de la Revolución Bolivariana (Los Cinco Equilibrios), con la proyección del modelo de “desarrollo endógeno”, y que actualmente gira casi imperceptiblemente para los oídos profanos, en la angustiosa búsqueda de un “crecimiento” basado en las exportaciones no petroleras? ¿Búsqueda de divisas? ¿Crisis de la oferta-producción interna? ¿Raquítico despliegue del “modelo productivo socialista”? ¿Desproporción del crecimiento de sectores importadores y especulativos, debilitada inversión reproductiva para la acumulación, crecimiento y distribución de excedentes desde las capacidades del mercado interno y la ampliación de mercados aliados bajo esquemas ciertos de integración? ¿Dijo usted “Socialismo Productivo”? ¿Dijo usted Independencia Económica?
¿Sabemos que la hegemonía neoliberal tiene como bases de apoyo al gran capital del sector financiero, comercial, empresas transnacionales, grandes empresarios asociados a estos intereses; sostenido por los estratos altos y medios con patrones de orientación valorativas congruentes con el modo de vida consumista y elitista, inducido exógenamente? ¿Serán estos sectores favorables a estilos de desarrollo orientados por el “desarrollo humano sustentable”, o incluso por el Socialismo del siglo XXI?
¿Con cuál “bloque histórico de fuerzas sociales y políticas” se apunta al desarrollo y diversificación de las fuerzas productivas, la expansión de empleos de alta productividad y con una sustantiva mejora de la distribución del ingreso? ¿Con cuáles fracciones empresariales y grupos económicos se pretende impulsar el “socialismo productivo”, si somos tan alérgicos al discurso de reconocimiento de los intereses de las clases capitalista, sus fracciones, alianzas y conflictos: comerciales, industriales, bancarias y rentistas particulares, con sus diferentes magnitudes de capital (grandes, medianos y pequeños), composiciones y gradaciones?
¿Existe efectivamente la posibilidad de lograr un estilo de desarrollo sustentado en la producción de satisfactores, para pasar del aumento en el “nivel de consumo de bienes y servicios” a la “calidad de vida”, al ya olvidado “buen vivir” hacia los sectores populares, a partir de un patrón de crecimiento económico (distribución y redistribución de ingresos, generación de mayor y mejor empleo), basado en la unidad nacional, la expansión agro-productiva, la re-industrialización y la generación permanente de progreso científico-técnico y aumentos de productividad? ¿Habrá pasado ya el tiempo del ideal que proyecta los desarrollismos nacional-populares incluyentes?
¿Existe acaso la posibilidad de generar estilos culturales para el desarrollo creativo y no imitativo, con una educación masiva de calidad, con la movilización de la creatividad y la participación popular, con innovaciones científicas, tecnológicas y humanísticas, cuyos valores sean la solidaridad y la inclusión, en oposición al elitismo excluyente y competitivo?
Por cierto, el concepto de estilos de desarrollo nace en Nuestra América como una ampliación de la definición convencional del desarrollo capitalista, implicando mucho más que crecimiento económico, ya que se refiere para su evaluación, a la proyección social y política del dinamismo de las principales variables económicas, como a la modificación de la estructura social para reducir los grados de desigualdad hasta liquidar cualquier forma de exclusión social.
De manera que el debate sobre la transición socialista: ¿Debe hacer caso omiso a la discusión del estilo de desarrollo? ¿Acaso no fueron diferentes los estilos de desarrollo de los llamados socialismos reales del siglo XX: URSS (industrialización pesada), China (Industrialización ligera), Yugoslavia (autogestión), y Cuba (¿Plataforma de exportación de azúcar subsidiada por la URSS?)?
¿Son Paradigmas, modelos y enfoques a ser reactivados e imitados como “modelos de socialismo”?
Por otra parte, ¿Qué queda hoy del proyecto socialdemócrata de economía mixta de bienestar? ¿Acaso son mal evaluados desde el punto de vista del desarrollo humano y la sustentabilidad, países que experimentaron el despliegue de las potencialidades de este modelo de integración social y regulación del capitalismo en materia de equidad, libertad y solidaridad?
Dentro de este planteamiento global, ¿Cómo caracterizar el “estilo de desarrollo” que proyecta la revolución bolivariana vinculándolo con los sistemas históricos de producción (capitalismo, economía mixta y socialismo) y con las estructuras (llamadas convencionalmente como: desarrolladas, camino al desarrollo y subdesarrolladas)?
¿Cuál es la opción política, social y económica adoptada por la revolución bolivariana, para cada coyuntura dinámica, dentro de un sistema y estructura determinados? ¿No se basó acaso el Primer Plan de la revolución bolivariana en un capitalismo productivo con inclusión social, que avanzaría hacia el desarrollo integral y la economía mixta? ¿Qué transformaciones ocurrieron con los sucesivos planes en la revolución bolivariana cuando se estableció como meta el tránsito al socialismo del siglo XXI para llegar al enunciado de superar la llamada “barrera del no retorno”, desde el nuevo mapa estratégico, el Primer Plan Socialista “Simón Bolívar” y el programa “Independencia y Patria Socialista”?
¿Acaso el “modelo productivo socialista” no pasa por modos de propiedad, apropiación y cambio radicalmente distintos a los procesos de trabajo capitalistas? ¿Acaso no se propone superar la división jerárquica del trabajo, la estructura de mando capitalista y la lógica de generación de excedentes por la vía de la apropiación de plus-trabajo? ¿Cómo se caracterizaría eso de una “economía mixta de transición al socialismo”? ¿Qué sucede con las relaciones sociales de producción, con las formas de propiedad, con el cálculo económico, con la división del trabajo, con el proceso de planificación y organización de la cooperación social de la producción y la distribución en estas condiciones de la transición? ¿Qué sucede con la ética del trabajo y del consumo, con los incentivos materiales y morales? ¿Qué sucede en el terreno de la conciencia revolucionaria?
¿Cómo pensar estas condiciones de la transición al socialismo desde la periferia latinoamericana, desde la dependencia histórica y lo que sin ambigüedades se denominaba el “subdesarrollo latinoamericano”? ¿Cuáles fuerzas sociales y políticas impulsan el cambio estructural en una clara dirección socialista que implica profundos procesos de socialización del poder social? ¿Con cuáles movimientos de trabajadores clasistas? ¿Con cuáles movimientos campesinos? ¿Con cuáles movimientos estudiantiles y de juventudes socialistas? ¿Con cuáles movimientos de pueblos originarios? ¿Con cuales movimientos de mujeres? ¿Con cuáles movimientos de sectores profesionales, científicos y técnicos? ¿Con cuáles movimientos ecológicos? ¿Con cuales “nuevos” movimientos sociales: sexo-diversidad, pro-aborto, culturales, musicales? ¿Con cuáles movimientos de pobladores y de consejos comunales? ¿Cómo se comprende la autonomía de los movimientos sociales y la conformación de los consejos del poder popular? ¿Con cuáles partidos políticos de orientación revolucionaria? ¿Se ha superado la figura del partido-único/burocracia de Estado como fórmula de transición al socialismo?
Y para colocar la guinda: ¿Con cuáles sectores empresariales con una visión de “independencia nacional” y proclives al “socialismo democrático”? El riesgo es que un Socialismo sin la acumulación efectiva de fuerzas sociales y políticas de apoyo es un Socialismo aéreo.